No están ni mucho menos todas las que son, pero al menos sí son las que están. Entre otras cosas, la Península Ibérica alberga un patrimonio ingente de ruinas y restos arqueológicos que resisten al tiempo y mantienen la huella de un pasado histórico rico y variado en prácticamente todas las épocas. Por eso se ofrece a la vez como una oferta más que interesante para ese turismo fascinante que es el de las ‘ruinas’, y que aquí acotaremos en el sentido de restos que evocan algo que fue una vez, y que contiene además una historia única, con su punto de misterio y aristas que que hoy todavía no se han podido descifrar. Cinco ideas de enclaves de visita obligada (insistimos: no son los mejores ni los más representativos; afortunadamente hay más, muchos más).
Mérida
Probablemente uno de los destinos más populares y reconocidos en materia de época romana, por la cantidad, variedad y sobre todo, excelente estado de conservación. Mérida fue antaño Emérita Augusta, una ciudad importante en el Imperio Romano y lugar de retiro para los centuriones de mayor relevancia, que conserva un catálogo monumental inagotable y creciente. Su teatro romano es un símbolo de todo el país y un icono del esplendor romano en arquitectura, artes, cultura y potencial como Imperio.
Tarragona
Si hablamos de Mérida, no podemos evitar hacerlo de Tarragona, la vieja ciudad imperial de Tarraco en el siglo II. También es otro lugar plagado de vestigios de aquella época, y donde la joya de la corona seguramente sea el anfiteatro romano, donde en su día se celebraron luchas de gladiadores, cazas de fieras e incluso penas de muerte. Su estado de conservación es extraordinario y su ubicación con el mar en el horizonte, una preciosidad.
Medina Azahara
Levantada a unos kilómetros de Córdoba por Abderramán III, la ‘ciudad brillante’ es más bien una suntuosa ciudad-palacio cuyo origen está en dos historias bien diferentes: una demostración de poder del Califato o bien el homenaje personal de Abderramán a su esposa favorita (Azahara). Elijan la que quieran para contextualizar la visita a este lugar mágico que une la tradición árabe en las formas con un desarrollo arquitectónico excepcional e importantes avances implementados en agricultura o aritmética.
Numancia y Tiermes
Están separados por un centenar de kilómetros, pero a estos dos asentamientos les une la presencia de la huella humana desde la Edad de Bronce, sus innovadoras soluciones arquitectónicas, un buen estado de conservación y su pasado como aliadas en la resistencia romana. Numancia cuenta de hecho con una popularidad creciente como emblema de aquella resistencia e incluso se ha adjetivado su nombre en la actualidad, pero Tiermes está considerada como una suerte de Pompeya española, excavada en roca caliza y en un estado de conservación excepcional de edificios, calles y plazas. Con una buena documentación previa, ambas visitas saben aún mejor.
Recópolis
No es el legado arquitectónico más impresionante, pero Recópolis (en Guadalajara) es el vestigio de la evolución de una sociedad desde el siglo VI hasta el XVII, del desarrollo desde la época visigoda hasta la cristiana pasando por la andalusí, de la Edad Media a la Edad Moderna, en diálogo con un entorno natural. Construida de la nada en el año 578 por el rey Leovigildo y con una posición estratégica privilegiada, conserva hoy restos de su urbanización, de edificios e incluso de su basílica, núcleo de evolución por sus usos entre la cultura visigoda, el Islám y el cristianismo.