El orden y la limpieza son la mezcla perfecta para que todo lugar de trabajo esté ordenado y el desempeño diario fluya sin problemas. Estos dos hábitos, que no requieren un desembolso económico ni arduas tareas, reducen la pérdida de tiempo y evitan problemas de higiene y riesgos en la seguridad de los empleados.
Un taller genera multitud de residuos diferentes en el desarrollo de sus tareas diarias, por lo que es imprescindible gestionar su mantenimiento y organizar dónde se van a almacenar y cómo se van a eliminar. Hay que empezar por diferenciar cada tipo de residuo:
- Los peligrosos: aceite de motor usado, batería, pinturas, productos químicos, etc.
- Los no peligrosos: herramientas rotas, neumáticos, lunas, etc.
- Los urbanos: es decir, el cartón, el plástico y el vidrio.
Las obligaciones en la gestión de residuos que origina un taller de vehículos viene regulada por la Ley 22/2011, de 28 de julio, de residuos y suelos contaminados. El objeto de esta norma es impulsar medidas que prevengan la generación de residuos y mitiguen los impactos negativos que puedan ocasionar sobre las personas y el medioambiente, mejorando la eficiencia en el uso de los recursos. Además, regula el marco jurídico de los suelos contaminados.
Diferentes vías para reciclar
Hay varias vías para llevar a cabo estas practicas medioambientales. En primer lugar, el taller suele contratar los servicios de una empresa especializada en el Sistema Integrados de Gestión (SIG). Es la opción más habitual. Pero también cada taller se puede hacer cargo de sus desperdicios o bien aprovecharse de los sistemas públicos o privados de gestión de residuos.
Por otro lado, en el taller se produce un elevado consumo energético de agua, de luz o de combustibles, por ejemplo. Con lo cual, es necesario adoptar medidas para ahorrar energía y utilizarla de una manera más eficiente. Una idea es implementar un análisis de consumo por zonas y establecer medidas para elevar la eficacia, como sustituir los equipos viejos y obsoletos por otros más modernos. Es decir, se trata de regular también esta área.
Otra de las zonas críticas en lo que se refiere al efecto medioambiental es el almacén. Lo idóneo es disponer de varios almacenes en los que guardar los diferentes tipos de herramientas y de productos que se usan en el taller de forma organizada, segura y eficiente. Cada contenedor debe estar adaptado en forma, tamaño y color al tipo de desperdicio que va a albergar. Así, se facilita su identificación.
Elementos a tener en cuenta
Pero esto no es suficiente para aplicar unas buenas prácticas medioambientales. Para que un almacén esté organizado, hay que tener en cuenta otros elementos, como:
- La limpieza: debe estar limpio y en orden.
- La diversidad de residuos: deben estar ordenados por tipos.
- Los bidones: hay que sellar herméticamente aquellos que contengan productos peligrosos.
- Los contenedores: deben tener una separación suficiente para que no se toquen y que se pueda pasar entre ello fácilmente.
- Productos peligrosos: hay que aislarlos del resto.
- Condiciones atmosféricas: el almacén debe mantener una temperatura y una ventilación correctas.