(fotos tomadas de amusingplanet.com, Mario Picazo y magnet.xataka.com)
Ya está aquí el verano, sinónimo de sol, playa, calor, piscina y vacaciones. Así que en una época tan propicia, ¿qué te parece un viaje al pueblo… más frío de la tierra?
Oymyakon es un pequeño pueblo ubicado en la República del Saja, a unos 7.000 kilómetros de Moscú. Sus poco más de 2.000 habitantes presumen de ser la población que ha sufrido la temperatura récord más baja de la historia: 72,1 grados bajo cero el 26 de enero de 1926, un dato que no se ha repetido en ningún otro lugar habitado (sólo se han registrado temperaturas más bajas en estaciones científicas de la Antártida). Ir de vacaciones ahora guarda truco, puesto que el peculiar contexto climatológico que manejan provoca contrastes tales que hacen que en las pocas semanas de verano que tienen se alcancen temperaturas ‘convencionales’, de hasta 30 grados centígrados. De hecho, este pequeño asentamiento, cuyas tierras tienen permafrost todo el año y donde las clases escolares se suspenden cada vez que el termómetro baja de los -50 grados (algo habitual en sus 9 meses de invierno), se ha convertido en un destino atractivo sobre todo para los amantes de esa facción del turismo más extremo.
La visita a Oymyakon, indispensable la mejor ropa de abrigo es, sin duda, una experiencia inigualable: el poder contemplar sobre el terreno cómo se desenvuelve el ser humano en el clima frío más adverso del planeta. Para eso, antes hay que cumplir las 8 horas de viaje a través de la tortuosa Autopista Kolymá, también conocida con el siniestro nombre de la ‘Carretera de los Huesos’.
Autosuficientes
Esa carretera fue construida en la época stalinista y se dice que los cadáveres de muchos trabajadores (presos del gulag) que fallecieron durante el proceso reposan bajo la vía, de ahí su nombre. Lo cierto es que esa construcción unió entonces Oymyakon con el mundo y la dotó de cierta prosperidad, por las extracciones de metales preciosos en las montañas de alrededor. Hoy, sin embargo, se trata de una población con pocos recursos económicos, casi aislada del mundo (en parte por la falta de medios para desplazarse en unas condiciones tan adversas) y que ha desarrollado una autosuficiencia: viven de la ganadería, la caza y la pesca, además de esos pequeños beneficios que reciben del turismo.
El modo de vida del municipio es un atractivo turístico en sí mismo. Sus casas son de madera y el fuerte aislamiento se acompaña del suministro de una central térmica en constante funcionamiento para mantener una temperatura agradable constante en el interior, ayudada por los aparatos de combustión de leña. Tienen antecámaras para entrar desde la calle y suavizar el contraste, y carecen de cañerías o tuberías porque el agua las reventaría al helarse; por eso los inodoros están siempre en el exterior, a unos metros, y el agua corriente de las casas va por circuito interno. Los coches llevan doble cristal para evitar que la helada entre en el interior, y en invierno siempre deben dejar el motor encendido para que no se congele la gasolina. Se relajan jugando al ajedrez o al ping pong, y tienen su propia cultura y tradiciones.
Dicen muchos que han estado que es impresionante el silencio de Oymyakon en una de esas gélidas noches. Algunos de ellos se divirtieron tirando hacia arriba el agua de un vaso y viendo cómo caían las gotas de hielo. Parecida circunstancia sirve para la pesca y ayuda a una conservación perfecta: los peces, una vez se sacan del agua (a la que se llega tras picar en la capa de hielo), se congelan en apenas 15 segundos. Como curiosidad (otra más), este pueblo pelea con la ‘cercana’ ciudad de Verjoyansk (ubicada a unos 300 kilómetros) por ese reconocimiento de ser ‘El Polo del Frío’ en el mundo. En Oymyakon tienen un monumento conmemorativo de aquella efeméride de 1926 y lo lucen orgullosos, es un signo de personalidad para una población que se ha sabido adaptar al clima más extremo de la tierra y es capaz de llevar una vida normal.