presión neumático

El mantenimiento de los neumáticos es esencial para una conducción segura. Lo primero que se debe comprobar y que, por contra, es casi lo último que se tiene en cuenta, es la correcta presión de estos: se recomienda medirla una vez al mes. Cada fabricante establece unos baremos que considera óptimos para cada neumático. Si la presión es menor o mayor supone que el agarre del coche sea menor y, por tanto, que funcione peor de lo que debería.

Para empezar, hay que tener claro que en el indicativo se señalan dos números. El primero indica la presión recomendada para vehículos que circulan por autopista o que vayan muy cargados; y el segundo para aquellos con carga normal. Además, dependiendo del tipo de coche, las recomendaciones para las ruedas delanteras son diferentes que para las traseras. Para medir la presión del neumático, se debe realizar en frío, es decir, cuando el coche no haya recorrido más de cinco kilómetros unas dos horas antes de comprobarla. Si la ocasión se presenta en medio de un viaje, por ejemplo, y el coche está caliente, habrá que sumar 0,3 bares (1 bar = alrededor de 1 kg./cm2).

Consecuencias de una presión irregular

La presión del neumático se pierde por causas naturales, por el uso del coche, pero también se ve perjudicada por un pinchazo, una válvula (o el tapón de esta) en mal estado o una rueda metálica estropeada. Una carcasa poco inflada aumenta el consumo de carburante y las emisiones de CO2, acelera el desgaste de la banda de rodamiento en los laterales (o lo que es lo mismo, acortan la vida útil del neumático) y se sobrecalienta antes, por lo que el riesgo de reventón es mayor. En situaciones de lluvia, necesitará más distancia de frenado y aumentará las posibilidades de sufrir aquaplaning.

Pero llevar un neumático inflado en exceso tampoco es recomendable. Este puede deformarse, disminuye la adherencia en carretera y absorbe peor los baches y las irregularidades; y las bandas de rodamiento se desgastan más rápido por el centro, por lo que reduce su vida útil.

Los neumáticos mal inflados, ya sea en defecto o por exceso, multiplican las opciones de sufrir un accidente porque la capacidad de mantener el control del vehículo baja e, incluso, puede ocasionar la pérdida total del control del mismo. El coche no responde a los movimientos del volante, sobre todo, al tomar las curvas. Esto da lugar a lo que se conoce como sobreviraje o subviraje, dependiendo de si la presión irregular es de las carcasas delanteras o traseras.

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