En los últimos años, la venta de neumáticos de segunda mano se ha disparado como consecuencia de, especialmente, la crisis económica. La razón principal está clara: son más baratos. Y a veces, como dice el dicho, lo barato sale caro. Las razones por las que no se recomienda adquirir unas cubiertas usadas son varias.

Para empezar, no hay ninguna normativa que regule qué neumáticos se pueden o no reutilizar en otros vehículos. Por lo tanto, es muy difícil saber de dónde proceden, cuál ha sido su conservación y en qué condiciones de uso se encuentran. Si exteriormente es fácil comprobar que el dibujo está bien o que la banda es óptima, es imposible saber qué daños internos han sufrido.

Por ejemplo, si unaa cubierta ha sufrido un accidente, durante ese momento se puede haber golpeado contra el metal del vehículo, un bordillo o el asfalto; o haber sufrido unas altas temperaturas a causa de un fuego. Son daños imperceptibles que dañan las fibras internas y que pueden ocasionar una rotura o una deformidad en la estructura una vez esté montado en otro coche.

La cristalización del neumático

Con el paso de los años y del uso, lógicamente, los neumáticos se estropean y dejan de estar operativos. Este hecho se llama cristalización y significa que el caucho va perdiendo o ya ha perdido su flexibilidad. Lo mismo pasa si la cubierta tiene un defecto de fabricación, de su montaje o con los golpes que sufra. Esto significa que la vida útil de una carcasa de segunda mano es menor. Un neumático nuevo tiene una vida útil de unos 40.000 km., uno usado no pasará de los 20.000 km.

Y, además, si lo analizamos bien, es más caro. Si dividimos el precio de una carcasa nueva entre el número de milímetros de profundidad, obtenemos el precio por milímetro. Si hacemos el cálculo con uno de segunda mano, esta cifra aumenta considerablemente. Es decir, al final se paga más porque hay que sustituirlo antes a causa del desgaste más prematuro.